Después del fiasco que supuso su anterior película, Tim Burton volvió a ofrecernos muestras de su talento, en la magnífica BIG FISH.
Basada en una novela de Daniel Wallace nos narra la vida y obras de Edward Bloom, un hombre de una imaginación sin límites.
Cuando su salud empieza a deteriorarse, su hijo, que vive en París, lejos de un padre con el que no congeniaba, vuela de nuevo a su hogar.
En el camino de vuelta, y una vez allí, vamos conociendo la historia de su progenitor, llena de fantasía y aventuras.
Unas fantásticas historias, que cuenta a su manera, y que sirvierón de detonante para que padre e hijo se distanciaran.
Poco a poco, descubriremos que tales narraciones no son fruto de la desbordante imaginación del padre, ya que si bien no fuerón tal y como él las cuenta, si que contienen más verdad de lo que el hijo creía en un principio.
La décima película de Burton, aunque contiene elementos oscuros, es la obra más luminosa y optimista de cuantas a hecho.
Una fabulosa historia de padres e hijos, un maravilloso cuento de hadas que hay que ver más de una vez, no porque se te escapen cosas, si no porque es tan gozosa y brillante, que se disfruta en cada visionado.
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