miércoles, 13 de agosto de 2008

Conan y Bélit

De la excelente colección Conan el Bárbaro, que editó Marvel (por lo menos hasta que Roy Thomas estuvó en los guiones), hay una etapa que sobresalió por encima de las demás.
Esa etapa empezó en el número 58 de la citada colección y terminó en su número 100.
Me estoy refiriendo a los años en los que el cimmerio conpartió su vida con la llamada reina de la costa negra: Bélit.

Desde su primer encuentro, hasta su trágico desenlance, asistimos a un sin fin de aventuras de nuestro héroe y su amada a bordo del "Tigresa", donde conocera tierras que jamás habia transitado.

Naturalmente no faltan siniestros magos, criaturas abisales y bellas mujeres que pondran más de una vez celosa a nuestra querida Bélit. Y es que ninguna fémina puede resistirse al encanto del musculoso de negra cabellera.

Por supuesto el artífice de tan larga saga no fue otro que Roy Thomas, que basandose en el relato corto "La reina de la Costa Negra" , escribió unas historias de proporciones épicas, cercana a las grandes Óperas de Wagner.

Toda ella, acompañado a por los excelentes dibujos (salvo en algún número) de John Buscema.

En España hemos conocido diversas ediciones de esta memorable saga.

Desde diversas ediciones en grapa, hasta recopilada en lujosos tomos, todas ellas de la mano de Planeta.

Actualmente podemos encontrar en la librerías dos de ellas.

La más conocida es la que la reune en tres tomos en tapa dura de formato europeo, en blanco y negro. (Edición exclusiva de la editorial española que hizó para atraer a los lectores de La espada salvaje de Conan.

La más reciente es la que se recopila en la colección en tapa dura Las crónicas de Conan, esta vez con el color restaurado.

Empieza en los dos últimos números del volumen 8, y llega hasta el final del volumen 12.

El volver a leerlos ha hecho que mi pasión por el personaje de Robert E. Howard no solo no decaiga, si no que se ha visto acentuada.

Y es que sin lugar a dudas estamos ante una gran creación, que por mucho tiempo que pase no dejara de maravillarnos.

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